La caricia de la bestia by Cristina C. Pombo

La caricia de la bestia by Cristina C. Pombo

autor:Cristina C. Pombo [C. Pombo, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2017-10-01T04:00:00+00:00


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En el catastro no encontraron nada nuevo. Los mismos nombres que De Guevara les había dado, los mismos terrenos y las mismas lagunas de información cuando intentaron buscar los registros de compraventa de los terrenos colindantes.

De la declaración de los padres tampoco sacaron excesivos hilos de los que tirar. Estaba claro que los últimos mensajes que la madre había recibido se habían mandado cuando el chico ya estaba muerto. Lo cual quería decir que entre que el Largo había dejado a José Miguel con unas chicas en Ubrique y este había aparecido, ya en estado «zombi», en el Pinsapar de Grazalema, alguien había cogido el móvil del chico y, posteriormente, se había molestado en mandar mensajes a sus padres para despistar sobre su desaparición. Es decir, el chico había sido secuestrado. ¿Pero por qué? ¿Para qué? ¿Para soltarlo en un bosque en medio de la sierra, «convertido» en zombi? De nuevo, ¿por qué? ¿Para qué? Aquello no parecía tener ni pies ni cabeza.

Nada útil tampoco en el interrogatorio del Largo, que pudieron realizar poco después de abandonar el domicilio de los Pereira Pérez.

Estaban ya casi llegando a Grazalema, faltarían quince minutos, cuando Cons habló.

—¿Recuerdas que el jueves de la semana pasada, cuando Méndez nos dijo que cerráramos el caso, yo te hablé de ampliar el radio de búsqueda de casos parecidos?

—No.

—¿Que tú no me hiciste ni caso y dijiste que nos tomáramos la tarde libre?

—Eso me puede sonar más.

—Pues yo me quedé en comisaría.

Y ahí, por fin, el subinspector tuvo la plena atención de la inspectora.

—Estuve buscando casos que implicaran a sujetos con cualquier tipo de perturbación o enfermedad mental.

—Ya lo habíamos hecho y no habíamos encontrado nada. Solo el chaval del antiguo centro de menores.

—Amplié el baremo de tiempo… Y di con dos pistas, un nuevo desaparecido del centro de menores, tres meses antes del otro, es decir, hace un año, y un caso que cumplía los requisitos que buscábamos: denuncias por altercados frecuentes en casa de una mujer que tenía a una hija con retraso.

—¿Qué tipo de altercados?

—Bueno, el caso se archivó y el informe no cuenta mucho más de lo que te he dicho. Fue hace dos años. A lo largo de varios meses, hubo algunas denuncias, seis, ocho, diez, no lo sé.

—¿Meses o denuncias?

—Creo que durante seis meses o algo así hubo seis o siete denuncias.

—¿Dónde fue?

—En El Bosque.

—¿Y por qué crees que ese caso puede tener que ver con este? Y no me vuelvas a soltar el rollo de la correlación y la causalidad.

—Al contrario. Lo interesante de este caso, además de ser pequeño, es que, a priori, no tiene ninguna relación con el nuestro.

—¿Y?

—Pues que, por una parte, al ser un caso pequeño puede funcionar como esquema de uno más grande, el nuestro y, por otra, al ser ajeno, nuestras implicaciones son menores, de modo que las conclusiones que obtengamos serán, por ambos motivos, mucho más claras y objetivas.

Tébar lo había mirado un buen rato, dudando si llamarle redicho o hacerle caso. Finalmente, se había decidido por lo segundo.



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